Maternidad y Tiempo Propio: El Camino de Regreso a Nosotras
- Ale Larumbe
- hace 6 días
- 2 Min. de lectura
Ser madre es una de las experiencias más transformadoras de la vida, pero en medio de esa entrega total a nuestros hijos, hay algo que muchas veces olvidamos: nosotras mismas.
Cuando nació Ana, mi mundo giró en torno a ella. Como muchas madres, puse en pausa mis tiempos, mis espacios, mis salidas, incluso mi identidad fuera de la maternidad. No fue inmediato darme cuenta, pero con el tiempo sentí que algo me faltaba. Me costó reconocerlo, porque junto con ese deseo de volver a hacer cosas para mí, apareció una compañera incómoda: la culpa.
La Culpa y la Opinión de los Demás
Cada vez que intentaba darme un momento (salir con amigas, volver a trabajar o simplemente tomarme un café sola) me invadía la culpa. Me preguntaba si estaba siendo egoísta, si mi deber era estar siempre con ella, si iba a hacerle daño con mi ausencia. Y, como si eso no fuera suficiente, también estaban las opiniones externas. “¿Ya la vas a dejar? ¡Pero si es muy chiquita!”. “Si volviste a trabajar, ¿con quién se queda?”. “Las mamás tienen que estar con sus hijos, todo lo demás puede esperar.”
Ese “todo lo demás” era mi vida. Mi bienestar, mis sueños, mis espacios. Pero en un mundo donde la maternidad muchas veces se mide por sacrificios y renuncias, parece que buscar un equilibrio es casi un pecado.
Aprender a Volver a Mí
Me llevó tiempo, pero entendí que ser madre no significaba perderme a mí misma. Que no era necesario elegir entre ser mamá y ser mujer, porque ambas conviven dentro de mí. Retomar mis espacios, reconectar con mis intereses, darme permiso para existir fuera de mi rol de madre fue un proceso lleno de desafíos, pero también de descubrimientos.
Me volví a conocer desde otro lugar, con nuevas prioridades, pero sin olvidarme de lo que me hace bien. Y aunque la culpa no desapareció de un día para otro, aprendí a no dejar que me controle.
Hoy sé que estar bien yo también es una forma de cuidar a mi hija. Porque una mamá feliz, realizada y en paz consigo misma cría desde otro lugar. Y qué lindo fue –y sigue siendo– volver a mí.

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